Carballo
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Monumento a la bandera en Rosario. Leandro Kibisz (Flickr)

*) Por Eduardo Ferrari del Sel.

En 2017 se cumplieron 35 años de la muerte de Luis Cándido Carballo, el intendente de todos los rosarinos que cambió la historia de la ciudad. Así lo reconocieron sus pares. El ex intendente Héctor Cavallero dijo hace unos años, en un acto en su homenaje, que la historia de Rosario se divide en un antes y un después de Carballo.

Otro ex intendente, Hermes Binner, al inaugurar la avenida que lleva el nombre de Luis C. Carballo, expresó que ningún intendente puede prescindir de conocer y estudiar las obras y los proyectos que Carballo dejó para Rosario. En el mismo sentido se expresó Horacio Usandizaga.

¿Será por eso que, a partir de la gestión de Carballo, Rosario ha tenido, salvo raras excepciones, tan buenos intendentes?

Carballo ejerció la intendencia de Rosario entre los años 1959 y 1961, durante la presidencia de Arturo Frondizi y la gobernación de Carlos Sylvestre Begnis. Desde los primeros meses de su gestión se notó un cambio profundo en la manera de conducir y gobernar la ciudad. Fue un intendente ejecutivo, nada burocrático para encarar los problemas, y él personalmente se ponía al frente de los mismos cuando aparecían los obstáculos.

Rosario padecía un crónico problema con la recolección de la basura, que se realizaba con viejos carros municipales tirados por caballos.

Rápidamente dispuso de una flota de camiones y Rosario pasó a ser una de las ciudades más limpias del país. Lo mismo ocurría con el transporte público, con tranvías obsoletos y sólo tres líneas de ómnibus. En poco tiempo se amplió el número de colectivos, con ampliación de los recorridos y nuevas líneas.

Intervino en el anárquico mercado de taxis y los transformó en un servicio público bajo control de las autoridades. De esa época vienen los taxis negros y amarillos, los primeros del país. El viejo mercado de calle San Luis y San Martín se distinguía por lo vetusto, sucio y lleno de ratas. Luego de un plazo para el desalojo fue demolido. En ese lugar se levantó la actual plaza Pinasco.

En cada terreno baldío sucio y abandonado de la zona céntrica se construyó un espacio verde y limpio. Mejoró el alumbrado público y así Rosario fue la ciudad mejor iluminada del país. Estas fueron algunas de las “pequeñas” grandes cosas que asombraron a todos los rosarinos y que lograron que en todo el país se hablara del intendente de Rosario.

Pero más allá de estas “peqCarballoueñas” grandes cosas, elaboró un plan de desarrollo futuro para la gran ciudad. Su plan de pavimentación de 1.100 cuadras en Rosario demoró varios años en desarrollarse. Proyectó las avenidas de ingreso a la ciudad. El viejo bulevar Rondeau se transformó en una ágil y moderna autopista. Proyectó llevar la estación ferroviaria de Rosario Norte a Rosario Oeste, para así liberar y construir la avenida de la costa, que aún hoy está sin desarrollar.

Los grandes emisarios, que terminaron con las grandes inundaciones, el Planetario, etcétera, son parte de una larga lista de obras y proyectos que nos dejó.

Con el espectacular desarrollo industrial del gobierno de Frondizi, Rosario se transformó en el eje de una nueva y amplia región productiva. El “cinturón industrial” se extendía desde Puerto San Martín hasta Villa Constitución, y hacia el oeste se completaba el desarrollo de la pequeña y mediana empresa. Su gran visión de estadista impulsó a Carballo a elaborar el proyecto del Gran Rosario, que aun no ha sido desarrollado, para coordinar la política de servicios en esta amplia zona de influencia. Este proyecto inconcluso es el desafío de hoy para los nuevos gobernantes. Quiso transformar a Rosario en una ciudad turística e inauguró, en el último año de su gobierno, el carnaval internacional de Rosario, que tuvo un éxito efímero, pues sus sucesores no le dieron el impulso necesario. Hoy Corrientes y Gualeguaychú desarrollan con gran suceso la idea de Carballo. El Barco Ciudad de Rosario estaba destinado a llevar el turismo a las islas, tan cerca y tan lejos de la ciudad. Pero esta feliz iniciativa fue desechada por la miopía de sus sucesores.

A fines de 1961 fue electo gobernador de Santa Fe, para el período 1962-66, en elecciones limpias y democráticas, superando al justicialismo, al radicalismo y a los demócratas progresistas. Pero no pudo asumir la gobernación, pues los militares que derrocaron a Frondizi a fines de marzo de 1962, el 20 de abril anularon por decreto todas las elecciones nacionales y provinciales, diez días antes de comenzar su mandato. Vinieron tiempos difíciles. Frondizi sufría prisión en la isla Martín García y Frigerio debió dejar el país en una persecución paranoica de los militares a los “comunistas y frigeristas”.

Había que empezar todo de nuevo, pero la convicción y la coherencia ideológica de Luis Carballo nos dieron nuevas fuerzas para la militancia. Fue allí que yo, como presidente de la juventud, junto a otros jóvenes desarrollistas, nos incorporamos al Centro de Estudios Nacionales que Carballo había creado para estudiar y debatir los problemas del país y de la región.

El Centro de Estudios Nacionales fue la obra más fecunda de Carballo después que dejó la intendencia. Sus trabajos elaborados en ese período son hoy la herencia más rica que nos dejó. A partir de allí yo profundicé mi compromiso con la militancia desarrollista.

Carballo murió en 1982, cuando su voz, casi en soledad, reclamaba abandonar la “aventura de las Malvinas”, que le iba a costar a la Argentina varias décadas de retraso en su derecho para recuperar nuestras islas. Su reclamo recién fue valorado después de su muerte, que lo encontró en una situación económica poco holgada.

En aquellos tiempos de la “plata dulce”, de los Toyotas y los BMW importados, su viejo Ford Falcon fue el símbolo de este hombre que quemó su vida por sus ideas y que no obtuvo ventajas materiales a pesar de haber sido el intendente más importante de la historia de Rosario.

Fuente: lacapital.com.ar


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