sábado, 21 de octubre de 2017

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Octubre de 2017



ÉRAMOS TRECE...

            Corre, corre la guaraca, el  que mira para atrás se le pega en la pelá...Trece niños, hombres y mujeres sentados en círculo, en el suelo de una pieza grande y desnuda...Había una mesa antigua, con pocas sillas... En lo alto una empolvada lámpara de lágrimas, con una ampolleta. Uno de los chicos corrió por detrás del círculo. De pronto, se detuvo e indicó con un pañuelo anudado a otro, con un golpecito en su cabeza.  
            Corre, corre la guaraca, el que mira para atrás se le pega...El aludido se paró y continuó la carrera circular...Nuestros padres habían salido...Era lo habitual... No sin antes castigar al de turno, en especial a mí, que era la mayor... nos acompañaban seis chicos de la vecindad. Tenían problemas, tantos o más que los nuestros... La tarde moría, pero aún entraba luz...la visión era perfecta... ¡Cómo olvidarlo!
            Corre, corre la guaraca, el que mira para atrás... Vivíamos en el pasaje siete, en un cerro de Viña del Mar, mirando la ciudad...Felices de ser niños aún con muchas carencias...Nuestra mente infantil no podía discernir que la vida al lado de nuestros padres era horrible... Violentos, sobre todo ella, cuando sus pasos derivaban hacia una botella y él la seguía.
            Corre, corre la guaraca, el que mira... Me hacía cargo, más bien obligada por ser la responsable...Tenía el control y protección de siete hermanos... pero igual era niña y gustaba de los juegos infantiles junto a ellos y nuestros amiguitos.
            Corre, corre la guaraca...La casa además del comedor tenía dos piezas...Una nuestro dormitorio con dos camas para dormir como pudiéramos... En la otra, dormían nuestros padres, siempre cerrada, oliendo a rancio...Pobre mujer, en el presente la veo rehabilitada, un poco hipocondríaca, temerosa, pero distante con sus hijos. Me cuesta asociarla con aquella...era un monstruo, no me cabe duda...En cambio mi padre, a pesar de...lo añoro. Yo sé que él nos quería, pero su adicción era superior.
            Corre, corre... De pronto, la puerta de uno de los dormitorios frente al comedor, se abrió...Aparecieron tres niños vestidos de marineros...traje azul, pantalones cortos y cuello trasero con sus características huinchas blancas...Eran de tez clara, se diría rubios... Su edad, como la promedio nuestra, seis años...los ojos les brillaban como los de los niños felices... y su caminar rápido en la punta de sus pies, apenas se escuchaba...Sin que nadie hablara en contrario, sentados entre nosotros, continuamos el juego.
            Corre... Si poco o mucho, ninguno de los presentes pudo medir el tiempo en el que los pequeños participaron en el círculo...Sentíamos miedo, pero algo nos impidió hablar sobre su presencia... Corrían, reían... Nosotros hacíamos lo mismo como por inercia, sin una explicación razonable.
            Corre...Los tres chicos vestidos de marineros ya no estaban junto a nosotros,  nos preguntamos sobre su misteriosa aparición para luego esfumarse en el aire...Ya estaba oscuro... La sensación de miedo ante lo inexplicable nos mantuvo despiertos hasta muy tarde...En aquellos momentos añoramos la presencia de nuestros padres, aún con sus vicios.
            Se lo referimos apenas llegaron...No le dieron gran importancia... Nos hablaron de ángeles que nos protegían cuando ellos estaban fuera...Hoy, podría asegurar que así fue. A pesar de las faltas de todo tipo, nunca nos sucedió nada que pudiéramos lamentar.
            Años después, casada y  fuera de ese hogar, mi padre murió accidentalmente en una riña doméstica. Mi madre estuvo en prisión un año. Fue algo trágico y conmocionante para toda la familia...La madre de aquellos amiguitos también tuvo una muerte horrible, antecedida por una crisis demencial...
Por mucho tiempo nuestra casa fue sindicada como misteriosa y maligna...Aquellos que posteriormente la habitaron, sintieron ruidos extraños, rasguñar de puertas, llantos estridentes. Pero de aquellos tres pequeños vestidos de marinero nunca más se supo.
            Corre, corre la guaraca...Trece en círculo...en el pasaje siete... ¿Sería alguna cábala mágica que abrió una puerta del cielo?, o talvez...

No hay comentarios: